Nuevos túneles en Bilbao.

Articulo extraído de: http://www.elcorreodigital.com/
(Teresa Abajo).

El túnel que se excava frente al hospital para soterrar las vías de Feve muestra ya la mayor parte del recorrido a un año del final de las obras.

Muy cerca de la ciudad que bulle, trabaja y se sube al tren está la otra, la de roca y arcilla, habitualmente silenciosa. Las grandes obras de ingeniería dejan al descubierto esa segunda piel de Bilbao antes de que las infraestructuras la integren en la vida cotidiana. Ocurrió con el metro y ha vuelto a pasar con el túnel que se abre camino en Basurto para enterrar las vías de Feve y devolver el espacio a los peatones. El proyecto, que verá la luz en otoño de 2009, es el más difícil que acomete Bilbao Ría 2000 en sus dieciséis años de trayectoria.

La ciudad ha aprendido a cerrar trincheras para recuperar terrenos hipotecados durante décadas, en este caso más de un siglo. Las vías de Feve entre Amezola y Basurto se inauguraron el 21 de julio de 1898. Cubrir esta brecha de 2,7 kilómetros es un reto incluso para los expertos en cirugía urbana. Una operación que exige cuatro años de trabajos y 41,5 millones de euros. «Esto es más complicado que el metro», asegura el director técnico de la sociedad urbanística, José Ramón González Mendía. Además de abrir una excavación en plena ciudad, con todos sus condicionantes, «estamos obligados a mantener el tráfico ferroviario» sin alterar las frecuencias. Por aquí circulan cada día 65 trenes de pasajeros y 12 de mercancías, sin contar los viajes turísticos y del Transcantábrico.

Por eso ha habido que mover las vías «como en el Ibertren», aunque el escenario del juego es muy real. Basta asomarse un día cualquiera al tramo donde se trabaja a cielo abierto, desde Gordoniz hasta el hospital de Basurto. Mientras un convoy cargado de bobinas de acero pasa a nivel de calle, separado de las viviendas por una hilera de vallas, en el tajo discurre un mundo paralelo, habitado por hormigoneras y armazones metálicos.

Como el 'Ibertren'.

La convivencia es tan estrecha que se ha modificado la técnica constructiva de los 46 cajones de hormigón por los que pasarán los vagones. Primero se colocan las pantallas «sin ningún movimiento de tierras». Luego se pone una losa encima y se excava «para reducir las molestias por el ruido y el polvo», explica Manolo Blanco, director de proyectos de Bilbao Ría 2000.

No son las únicas precauciones que han tomado. Antes de iniciar los trabajos se levantaron actas notariales de las viviendas para evaluar posibles daños y Labein hace un seguimiento «día a día» de las excavaciones, que en algunos puntos avanzan a sólo cinco metros de los edificios. Los trabajos exigen un perfecto engranaje con el servicio ferroviario. A lo largo de toda la obra, las vías pasarán «por cinco posiciones diferentes» hasta hacerse invisibles para los viandantes. Los maquinistas no pierden detalle de cada movimiento del 'Ibertren', un montaje de precisión que llega hasta las inmediaciones del hospital.

A partir de aquí, el tren y las obras siguen caminos diferentes, este último a unos 20 metros bajo el nivel de la calle. El túnel que se excava entre el centro sanitario y la gasolinera de la N-634 es un desconocido para la mayoría, pero más adelante se organizarán visitas para que los ciudadanos lo recorran en todoterreno, como se hizo con el metro. Son 720 metros de trazado y sólo faltan 85 para el cale, la última embestida de la rozadora; el día más esperado por los tuneleros, previsto para diciembre.

«Con el cale se respira», dice Manolo Blanco. Él lo sabe por experiencia porque participó en las obras de la Línea 1 del suburbano. Por muchos sondeos que se hagan, la tierra siempre guarda sus secretos y algunas trampas. Alterna la diabasa, la roca más dura que vive en el subsuelo de Bilbao, con las «tierras blandas» que complican aún más la excavación. El túnel avanza en una única dirección, hacia Zorroza, por falta de espacio para abrir un segundo frente, ya que discurre por una zona encajonada entre la carretera y el monte.

Con Santa Bárbara.

Hay días que la rozadora, de fabricación austriaca, perfora tres o cuatro metros y otros se queda en 50 centímetros, según las condiciones del terreno. Ahora está parada, pero incluso así impresiona ver su cabeza, con afiladas picas, y su cuerpo, tan sólido como un tanque. En su lugar trabaja el 'jumbo' que introduce los bulones -como tornillos gigantes de hasta seis metros de longitud- para 'coser' la galería. En algo más de 500 metros de excavación se han colocado 10.000 metros lineales de bulones y casi 14.000 de micropilotes para reforzar el arco del túnel.

No son los únicos elementos de sujeción. También se utilizan cerchas metálicas y gunita, un material que se fabrica en el propio tajo porque se trabaja las 24 horas del día y a veces la excavación termina de madrugada. Es un hogar inhóspito, pese a los grandes tubos de ventilación, en el que los tuneleros, la mayoría asturianos, no han olvidado colocar una imagen de su patrona, Santa Bárbara. El suelo que ocuparán las traviesas está ahora sembrado de charcos, por las filtraciones y por el agua que hay que arrojar al tajo cuando la maquinaria se pone en marcha con toda su polvareda.

La A-8 está «ahí arriba», a unos 300 metros. El túnel cruza bajo la autopista en dos puntos, a la altura de la antigua fábrica Krugg y del albergue de Castrejana. En la boca de entrada llama la atención el carro de encofrado, tan grande que permite el paso de camiones, que se va desplazando e inyecta hormigón en las paredes a través de unas 'ventanas'. Mientras la rozadora abre camino en un extremo, en el otro se empieza a hormigonar. Así es como los trenes, que hace 110 años se instalaron en la trinchera en Basurto, se preparan para cerrar heridas.

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